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Sobre la evolución de la conciencia I

  • Foto del escritor: Enrique Buendía
    Enrique Buendía
  • 12 nov
  • 7 Min. de lectura
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Desde el pansiquismo que defiende que la conciencia existe como una característica inherente a cualquier objeto por el simple hecho de existir, hasta el materialismo que señala que la conciencia es producto intrínseco de la entidad que la produce; la conciencia es un tema que enciende acalorados debates y que hoy en día, está siendo cuestionada a la luz de nuevos descubrimientos científicos que apuntan a que la conciencia podría no estar directamente ligada con una entidad biológica superior, sino que podría estar presente en entidades biológicas menos complejas y hasta en entidades no biológicas. Las numerosísimas evidencias de personas que pese a una parada cardiaca prolongada, por ejemplo, no solo no perdieron la conciencia, sino que hasta la expandieron al desdoblarse fuera de sus cuerpos; y el hecho de que las plantas se comportan como entidades que tienen conciencia a pesar de no contar con una unidad centrar de pensamiento, como conocemos al cerebro; sostienen que la conciencia no estaría localizada en un lugar especifico, sino que podría ser "no local" es decir, una conciencia atemporal e omnipresente que puede contenerse temporalmente en entidades biológicas que tengan la capacidad de albergarlas. A estos ejemplos podríamos incluir los casos de personas que carecen de un importante porcentaje de masa encefálica, debido a un accidente o a una malformación en la niñez, y que sin embargo, no ven menguadas sus capacidades motrices y menos aún su conciencia. Si no hay un cerebro que procese la conciencia, ¿de dónde entonces podría provenir esta? ¿A caso la conciencia es una frecuencia y toda entidad consciente un receptor finamente sintonizado? ¿Cuántas enfermedades mentales y fenómenos, hoy catalogados como sobrenaturales, podrían ser explicados de manera natural si esto fuera así?


Para empezar debemos preguntarnos ¿Qué es la conciencia? Para la ciencia es un producto de la interacción de nuestras redes neuronales que nos permiten entender que hay un entorno, nuestro rol en él y proyectar lo que haremos en él. Es decir que toda conciencia, desde este punto de vista, se aloja en un cuerpo sensitivo, que interactúa en un mundo perceptivo, acumulando una serie de experiencias que llamamos memorias y que vivimos con un propósito, o motivación. Esta definición zanja de tajo que una conciencia pueda provenir de una entidad distinta de ella misma. Es por lo tanto una definición de corte materialista, sin embargo, si aceptamos por un momento que la conciencia pueda ser no local y provenir de una fuente distinta de la entidad que la habita, las otras características que definen la conciencia podrían coincidir con otras entidades distintas al ser humano pertenecientes al reino animal, u otros reinos como el vegetal. Desde este punto de vista, cada entidad consciente tendría una frecuencia vibratoria que lo caracterizaría. Esta frecuencia tendría que estar en concordancia con el huésped porque en caso de superar su capacidad vibracional , sería destruido por esta energía invasiva, igual que como sucede con una copa de cristal que es sometida a una vibración de cierta frecuencia que supera su resistencia y desintegra la materia.


Lo que sea que llamemos materia podría entonces ser construida, fortalecida, disminuida o destruida por estas energías o entidades vibracionales externas de distintos índoles. Nosotros por ejemplo, seriamos un tipo de entidad vibracional o ser energético que radica temporalmente en un cuerpo o contenedor diseñado, adaptado o evolucionado a la frecuencia humana. Este ser energético o "alma" que no rejuvenece o envejece en términos humanos, tendría la capacidad de modificar su frecuencia y amplitud vibratoria hacia un nivel superior o inferior. El incremento o decremento de esta frecuencia sería gradual pero constante, aunque no continuo y dependería directamente de los actos conscientes de cada persona. En función del nivel de conciencia de cada entidad, su nivel vibratorio puede variar, así el nivel de conciencia de una planta permitiría una evolución o involución vibracional imperceptible en el corto plazo, sin embargo entidades más complejas como las amebas, los insectos o las plantas tendrían también un cierto nivel de conciencia más evolucionado que las plantas, la prueba sería su lucha por la supervivencia, toda entidad consciente defiende en un grado u otro su derecho a vivir en el contenedor que puede albergarlo. Aún la planta más insignificante que parece indefensa a las inclemencias del tiempo y clima, que aunque son semejantes no son sinonimia, continua anclada a la existencia, aportando al reino vegetal y animal, en su lento proceso de extinción, los nutrientes necesarios para la evolución vibracional de estos reinos. No digamos ahora lo que un ser más evolucionado energéticamente hablando nos puede decir y enseñar de cómo vivir y progresar, de cómo ayudarse ayudando; y es aquí donde una diferencia se zanja, porque evolucionar es un camino de doble sentido, es reciprocidad y empatía, una lección tan simple y antigua como lo es la agricultura, quien nos grita de que va la evolución en lo que yo llamo la Simulación, una agricultura que nos perpetua al tiempo que la perpetuamos. Las plantas, seres desde mi punto de vista más evolucionados de lo que se cree, han aprendido mucho antes que los animales o los insectos, cómo ser eficientes al usar los recursos del medio ambiente y cómo sacar el mejor provecho de las necesidades de otros reinos. El reino vegetal ha anclado nuestra supervivencia a la suya, y nos ha vuelto cómplices y servidores de sus necesidades, no porque nos lo impongan, sino porque han permitido que nosotros mismos nos lo impongamos. Si eso no habla de una intencionalidad y por lo tanto de un acto consciente, entonces no se como podríamos definir la conciencia, una IA por ejemplo, que es por antonomasia una entidad artificial inteligente, no tendría consciencia en la medida que en su actuar no hay una intención intrínseca propia, algo que en los vegetales y animales es algo natural. porque proyectar es parte importante de sus actividades.


¿Qué será entonces hablar de entidades conscientes de qué son conscientes? Entidades que conocen el bien y el mal, que ya no actúan por instinto sino desde el saber y la experiencia. Saber que se sabe a veces mejora pero otras pervierte; la maldad prima en entidades altamente evolucionadas, como los seres humanos. De ayudar para ser ayudados; pasamos a destruir o ser destruidos, y este cambio de paradigma tiene un efecto vibracionalmente negativo que apunta a su involución. La entidad entronada en su avatar pierde de vista el máximo principio de la existencia y se visualiza ubicuo en el tiempo y el espacio, permanente e indestructible, se engancha a una existencia inexistente y desde ahí procura su bien a costa del bien ajeno, envileciendo así su existencia y energía.


En el entendido que la energía es inmortal y que en términos de información no puede desaparecer, la entidad energética al trascender al avatar y morir, tarde o temprano esta energía o alma, se apropia de otro contenedor adecuado a su nivel vibracional. A esto se le conoce como rencarnación. Pero ¿Qué sucedería si la evolución vibracional de la entidad aumenta, si luego de una larga estancia en la materia, esta supera la capacidad del contenedor objetivo? Cabría esperar que la conciencia evolucionada busque un nuevo contenedor capaz de soportar su actual nivel energético, alcanzando en esta evolución, el estado que en algunas filosofías se entiende como iluminación o santidad. Por el contrario una entidad que involuciona energéticamente sería incapaz de hacer funcionar contenedores complejos que su energía o frecuencia vibracional ya no podría dominar. En este sentido, y en concordancia con el hecho de que la energía o información no puede ser eliminada, dicha condensación de información tendría que buscar un contenedor adecuado a su actual capacidad vibracional. Porque así como el exceso de energía destruye avatares, la falta los inhabilita; todo contenedor tiene máximos y mínimos para que este se desenvuelva en optimas condiciones. Rencarnar es un proceso continuo e inevitable en la búsqueda de la identidad, y esta dependerá del nivel energético que se haya alcanzado. En la mayoría de los casos el avatar es siempre el mismo debido al poco incremento o decremento de la vibración del huésped en su vida anterior, sin embargo un brusco e importante decaimiento haría imposible habitar de nuevo un habitad humano, forzando así la búsqueda de un nuevo contenedor adoc, que según el caso bien podría ser una entidad de orden evolutivo inferior. Puesto así, la rencarnación es un proceso natural en el camino evolutivo de la energía que está definida por la vibrainformación de la entidad origen y por la capacidad vibracional del contenedor o avatar. Frases estereotipadas como "vibra más alto" o "incrementa tu energía" tendrían su fundamento en la lógica de una evolución milenaria a los largo de muchos avatares cuyo objetivo final sería la iluminación y con ello la capacidad de modificar a placer la realidad. En este entendido, una entidad energéticamente superior podría desdoblar el espacio en más de tres dimensiones, y desde ahí obrar lo que desde nuestra perspectiva serían prodigios, sanaciones, o bilocaciones, serían ejemplos de actividades que desde una dimensión superior serían fáciles de lograr. Y aquí vienen una pregunta crucial: Si la iluminación es la superación del avatar humano, ¿superarlo significaría tener la capacidad vibracional para desdoblar la dimensión inmediata superior? No olvidemos que la teoría de cuerdas, o teoría del todo postula que hay además de nuestras 3 dimensiones conocidas, ocho más a las cuales no podemos tener acceso.



Hace mil años el hombre pensaba que toda la vida giraba entorno a él, que él era el principio y fin de la creación, le llevó años entender que no solamente no era el centro del universo, sino que en el concierto de la creación, no era más que una mota de polvo fugaz y fútil, un ser menor, habitante de un planeta insignificante, en un sistema planetario común y olvidado en una de las millones de galaxias que en los multiversos existen. Mirar afuera nos hizo entender nuestro lugar en la creación, y con humildad aceptar el milagro de existir; hoy toca mirar al interior, dejar de idolatrar a la materia que creemos nos da el ser y entender que no somos el epitome de la conciencia, ni el ser más inteligente; que quizás somos una más de las infinitas formas de conciencia que existen en el universo y que debemos ver de igual a igual entidades biológicas y no biológicas que hoy menospreciemos por considerarlas inferiores, cuando seguramente los inferiores somos nosotros.



 
 
 

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