Los hackers de la realidad
- Enrique Buendía
- 21 sept 2024
- 5 Min. de lectura

¿Quién no ha escuchado a un tío o a un amigo muy cercano decir que le hicieron un amarre, o que trae mal de ojo? La gente es consciente que hay fuerzas superiores que pueden modificar para bien o para mal su realidad. Los retablos eclesiásticos están llenos de evidencias milagrosas, y las malas lenguas afirman que la desdicha de cierta familia fue causada por el trabajo de alguien que les tiro mala vibra. Discursos que asimila el folklore, que sobreviven de boca en boca y terminan siendo leyendas, pero que a fuerza de existir por siempre, nos gritan que hay une realidad paralela a la nuestra, una realidad invisible que de no actuar a nuestro favor puede actuar en contra.
En la saga "La Simulación" propuse que muy probablemente la realidad es una ficción en la cual vida y muerte se intercalan indefinidamente. La muerte sería solo un cambio dimensional que sirve de barrera entre nuestra realidad y el más allá. En realidad, desde este enfoque, el termino muerte ya no tendría sentido, porque muerte significa fin, y no hay nada más lejos de eso. Descarnamos, que no es lo mismo, pasamos de ser una entidad material, a ser una entidad energética, cuya conciencia, (esta información que nos define), no se pierde, continua, y es capaz de observarse inerte sobre un quirófano, o el lugar de un accidente. El ser que descarna, parece entrar en una dimensión invisible, en donde parece sentirse de maravilla y encuentra otras entidades energéticas que casi siempre pretenden saludarle y ayudarle. En pocos casos estas entidades parecen tener malas intenciones y hacen sentir angustia, soledad o tristeza a los seres descarnados que las encuentran.
Habría, por lo tanto, un espacio compartido entre ambas dimensiones, una convivencia a nivel temporal, entre entidades materiales y energéticas. Hay evidencia de que ambas dimensiones se entrelazan y que de alguna manera, fuerzas energéticas pueden realizar en el mundo material, prodigios. Este contacto suele darse de manera involuntaria o desesperadamente buscada. Los sensitivos, expresión dada a las personas que pueden comunicarse con entidades energéticas de otra dimensión vibracional, parecen tener una capacidad mental innata, que atraviesa la infranqueable barrera dimensional con el más allá, y realizan con sus sentidos, lo que esta vedado a las frecuencias corporales. De esta manera pueden ver lo invisible o escuchar lo inaudible, escudriñar en esa dimensión sin tiempo, lo que ha sucedido o está por suceder, y negociar el bien o el mal del mundo material. Pero no es debido a que estos hackers de la realidad tengan poderes sobrenaturales, parece que, desde antiguo, el ser humano se ha dado cuenta que hay una realidad alternativa que lo rodea sin que la vea, y en el infinito progreso del saber, no solo ha descubierto el engaño de la existencia, sino que ha aprendido a burlarlo para sacar provecho de ello. Nada más humano que eso. Pero el ser humano que no posee las llaves de la alquimia para volver lo inmaterial en material, tiene que recurrir a entidades vibracionales de orden superior, para rescribir la realidad que nos domina en nuestro contexto terrenal. Dioses, santos, vírgenes o demonios, según cada creencia, son nombrados, saludados o exaltados, con tal de que hagan de la realidad, algo que como humanos nos resulta imposible concretizar. Los milagros, encantamientos, hechizos, o embrujos serían trueques, o pagarés que por más bondadosos que sean, o más mal intencionados que parezcan, tienen siempre la misma moneda de cambio, el sufrimiento de la persona que lo desea en esta dimensión, o en el más allá. Para nadie es noticia el dolor que infringen a sí mismas las personas que con tal de obtener un favor sobrenatural, un cambio intempestivo en el código de la simulación, someten a la materia a un esfuerzo carnal vinculado a un dolor corporal, y ponen, de alguna manera, en riesgo su existencia. Andar cientos de kilómetros a pie, avanzar de rodillas, azotar la piel hasta dejarla en carne viva, son ejemplos de lo que está dispuesto a soportar la voluntad de la gente para que estas entidades hagan de su realidad, un destino distinto. Si eso es lo que están dispuestos a entregar por un cambio bien intencionado, personas de buen corazón, a una entidad energética que entendemos bondadosa; ¿Qué podemos esperar que ofrezcan aquellos que están dispuestos a lo que sea, por un cambio radical en su realidad, simplemente por vanidad, venganza o placer corporal, a una entidad de no muy buena reputación? Parece que el sufrimiento es el oro en el intercambio y si es de un inocente o indefenso, paga la mayor pureza. La crucifixión sería el mejor ejemplo y la cruz nos lo recuerda. Pero los hackers de la realidad, o intermediaros de la felicidad, saben como hacer para ayudarse de entidades energéticas del más allá que les colaboren para cumplir deseos y sacar del caos, el mejor provecho.
Desde la perspectiva del marco referencial para entender los fenómenos paranormales, estas entidades no tendrían su origen en la FUENTE, sino provendrían de la misma SIMULACIÓN de la que nutrimos nuestra existencia, serían conciencias vibracionales superiores a la nuestra llegados de la vecindad que esta permite y que podrían, con esta facultad, intervenir en nuestra realidad para modificarla de maneras que para nosotros sería sobrenatural. Estas entidades podrían entonces alterar de dos maneras nuestras conciencias, una, alterando nuestra percepción y otra, modificando el código fuente que describe la realidad que percibimos, rescribiéndola de tal manera que sus efectos, para nosotros serían inexplicables, y contrarios a toda ley física o lógica posible.
Los hackers de la realidad, mal llamados, brujos, chamanes, sensitivos, o hechiceros, lograrían, ya sea a través de técnicas milenarias desarrolladas por sus ancestros, o gracias a capacidades sensoriales innatas, expandir su conciencia de manera de hacerse escuchar por estas entidades que a cambio de favores energéticos, pueden hacer realidad lo que en la realidad humana no se puede.
En el libro llamado "Los brujos del poder" de editorial Grijalbo, José Gil Olmos narra como Elba Ester Gordillo, una poderosa política mexicana de los años noventa, y alta jerarca del rito "Palo Mayombe" logra hacerse de los favores del nuevo presidente de México, Ernesto Cedillo gracias a un encantamiento realizado por un brujo africano que pudo canalizar el sufrimiento de un león en plenitud. Dicho encantamento no solo se pagó en especie, sino que tuvo su compensación años después, con la vida de un ser muy cercano a dicha política y en circunstancias por demás dolorosas. Sin lugar a dudas, podemos atribuir a la casualidad la conexión entre ambos hechos, hasta que nos enteramos que este brujo le advirtió a Elba Ester que un familiar cercano habría de saldar la deuda, pero no con él, sino con la entidad energética involucrada en dicha solicitud. Que cada quien crea lo que quiera, pero cuidado, no creer no nos salva, como un paraguas no te aísla de un huracán. Siguiendo el símil, la mejor manera de no mojarse, es alejarse de las nubes de tormenta, la protección es sencilla, aceptar sin querer cambiar, total, si esa es la voluntad, ¿Quiénes somos nosotros para ir en contra de ella? La mayor catástrofe de nuestra humanidad es querer hacer lo que no puede, querer tener lo que no merece, amar lo que no procura, saber lo que no se busca, y querer ser algo para lo que no estamos predestinados.
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