¿Lo sobrenatural es natural? (2da parte)
- Enrique Buendía
- 15 may 2024
- 4 Min. de lectura

¿Qué es exactamente lo que describen nuestros sentidos? ¿Podemos estar seguros que lo que olemos, probamos, tocamos o vemos, es la realidad, la única realidad, o solo una parte?
Esta reflexión no es nueva, ya los griegos imaginaban la realidad como las sombras que crea la luz de una fogata en la pared de una caverna. Es decir, la realidad se nos escapa como agua entre las manos, jamás estamos en contacto con los hechos directos, sino que estos son resultado de la recepción limitada o necesaria de nuestros sentidos y del procesamiento de nuestra estructura neuronal. En pocas palabras, hay limitantes tanto en el hardware (los sentidos) como en el software (las redes neuronales) que poseemos todos los seres vivos para interpretar y procesar las interacciones con el medio que nos rodea.
Sin duda, es el mismo medio ambiente el que define la realidad conforme a las necesidades vitales que nos delimitan. Priorizamos lo que nos permite subsistir y reproducirnos. La evolución de cada especie elije el tipo de sensores necesarios para nutrirse, evitar el peligro y reproducirse; y desarrolla un pensamiento adecuado para que la interpretación de esta información los haga acercarse o alejarse, huir o conquistar. De la eficiencia de esta simbiosis dependerá la supervivencia de cada especie en el planeta, siempre que los cambios en el medio no sean brutales.
Por lo tanto, la realidad que percibimos no es objetiva, y nos esconde los elementos innecesarios a la sobrevivencia. Por ejemplo, de una larga gama de frecuencias visibles que son medibles en la naturaleza, los seres humanos solo captan e interpretan un corto segmento, dejando de lado frecuencias muy bajas o muy altas que otras especies animales si pueden captar, como el infrarrojo que permite a las serpientes ver el calor de sus presas. La explicación es simple, en la naturaleza no hay superpoderes porque los recursos son limitados y por economía, se priorizan los sistemas más eficientes para desarrollar en armonía el software y el hardware adecuados.
No hay una realidad, hay tantas como mentes la observan, "la razón y la sensatez" son una mera cuestión de estadística, porque aunque el color rojo varíe de una persona a otra por problemas visuales o mentales, hay un margen de error silenciosamente consensuado, para no considerarlo enfermedad o deficiencia mental, véase locura.
Algunas de las experiencias que consideramos paranormales e irreconciliables con la realidad, podrían encontrar su explicación en lo antes mencionado y no en diagnósticos simplistas que acusan de mentirosos o locos a quien se atreve a diferir de la estadística. ¿Quién puede asegurar que algunos seres humanos no tienen capacidades distintas a las del promedio? me pregunto yo. ¿Quién puede decir qué es lo que hay detrás de la cortina invisible de la realidad y definir qué elementos son verdaderos y cuales no? En realidad, creo que hay intereses que pugnan por la estandarización de lo que debemos llamar normal y real, so pretexto de mantener un estatus-quo conveniente y una convivencia domada y obediente.
En nuestra realidad también existen elementos inmateriales, esencias invisibles que nos rodean por todos lados y en todo tiempo; entidades que conviven con nuestra realidad y utilizan elementos físicos de nuestro medio ambiente para entrar en contacto con nosotros, para acercarse a nuestros sentidos y dar testimonio de que la realidad se extiende más allá de lo material. Los "mal" llamados "sensitivos", nos hablan de un mundo de consciencias incorpóreas, de seres pluridimensionales, de arcontes, de entidades que desde la noche de los tiempos, centenas de culturas han descrito como espíritus. Hoy, a diferencia de las leyendas de antaño, hay sobradas e innegables evidencias de objetos que se desplazan solos, de sombras o luces que flotan en la nada, de voces que hablan en el vacío y dejan mensajes precisos. La física que conocemos está inconclusa, pero estoy convencido de que tarde o temprano, podremos dar cuenta de estas realidades cuya física es aún inexplicable. En un gran numero de casos queda claro que no son supercherías, ni gente que quiere sacar beneficios personales, sino gente bien intencionada que, capta por vía mental o tecnológica, experiencias paranormales de entidades esforzadas por entrar en contacto con ellos.
En "Las Puertas de la Percepción", Aldus Huxley juega con la idea de que la mezcalina no produce una alucinación, sino que conecta una serie de redes neuronales que al encenderse, dan pie a ciertas interpretaciones mentales sobre la realidad, que lejos de ser errónea es, por el contrario, realista y sin correcciones, bruta, sin que una mente "sana" pueda esculpirla y presentarla coherentemente. La realidad presentada tal cual, sin el filtro interpretativo de la mente consciente, seria insoportable, llena de información formidable, pero igualmente inoperante para nuestras actividades diarias. Las plantas respiran, los colores tienen tonos desconocidos, los animales se comunican, lo solido es blando, la vida es intensa y rica de detalles que nunca vemos. En un mundo así jamás habría progreso, porque viviríamos presos de una ensoñación alucinante, de una constante observación de los mínimos detalles, en donde producir seria lo menos importante, todos tendríamos el síndrome del "savant" autista, que es capaz de captar todo, de memorizar todo, sin establecer relaciones de sentido. Ahora pienso en los bebés que al nacer pueden tener acceso a realidades distintas a las nuestras, gracias a sus redes neuronales en formación (o deformación), que con el paso del tiempo se van moldeando hasta que el niño termina por ver la misma realidad que ven sus padres. No son pocas las historias cuyo punto en común es la capacidad extrasensorial de los infantes que dicen ver o tener contacto con entidades invisibles para los ojos adultos. ¿Inocencia, alucinación o capacidades mentales superiores que con el crecimiento se pierden al conectar las vías que te vuelven un ser social?
Que cada quien crea y piense lo que quiera, pero las evidencias están en la mesa y nos describen una realidad, cuando menos inconclusa, que ante la falta de elementos de investigación, se descarta. Seguramente a finales de este siglo, se podrán explicar, entender y hasta procurar.
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