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Caperucita Roja (El cuento que narra lo invisible)

  • Foto del escritor: Enrique Buendía
    Enrique Buendía
  • 30 jul
  • 3 Min. de lectura
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Charles Perrault dio forma escrita a un cuento oral que ya se contaba en las praderas francesas del siglo XIV , en cuya historia una joven que se dirigía a casa de su abuela, es engañada por un lobo que la hace perder tiempo para así adelantarse, llegar primero y luego de devorar a la abuela, esperarla para devorarla también a ella. Como lo había anticipado el lobo, este logra devorar a las dos, sin embargo un cazador que pasaba por ahí, entra a la casa y al descubrirlo, lo abre en canal y las saca sanas y salvas.


Y más allá de lo incongruente de la historia, o de los mensajes que esta historia quiso dar, a mí me parece que hay uno que nadie ha analizado hasta hoy, y que nos describe una circunstancia profundamente perturbadora de la realidad. Veamos.


En este cuento, la joven caperucita conversa de manera inexplicable con un lobo durante su trayecto a casa de la abuela, como si este lobo pareciera una persona normal, y sin temor le cuenta a donde va y con que intención. El lobo que parece tomar una personalidad distinta, es capaz de engañar al sentido común y de hacerse pasar por una entidad que no es.


Cuando Caperucita llega a casa de la abuela, inexplicablemente no la reconoce de inmediato, sus diferencias con el lobo parecen haberse difuminado, hasta que paulatinamente se van revelando delante de sus ojos. Algo imposible de creer en vista de las grandes diferencias entre ellos. Caperucita jura ver a su abuela, hasta que ciertos rasgos se van revelando delante de sus ojos, primero son sus orejas puntiagudas, luego sus afiladas garras, seguido por sus enormes brazos, para terminar por sus feroces fauces. Este lento despertar de Caperucita, no es algo natural y representa el despertar paulatino de una conciencia que cree rodearse de elementos comunes hasta que pequeños detalles del contexto, le avisan que lo que elle dice ver, no es lo que que cree sino algo mucho más siniestro y peligroso.


Este cuento infantil es un símil de lo que sucede con nosotros en la vida cotidiana, la realidad que vemos es solo una apariencia, una fachada, una intención que quiere interactuar con nosotros porque la realidad es ante todo simbólica, son traducciones necesarias para mimetizarse y pasar desapercibidas, por más solidas y temporales que parezcan.


Así como el lobo pudo transformarse en la abuela, podría haber entidades que manipulen y modifiquen su entorno para representar circunstancias o pensamientos que se ajusten al inconsciente colectivo capaz de armonizar realidades probabilísticamente convenientes.


Nuestro cerebro es así mismo, una interpretación, un símbolo manejable a nuestro entendimiento, no es que no exista, por supuesto que es real, pero sigue siendo una representación comprensible a nuestra capacidad informacional, tal y como el lobo y la abuela son representados.


Somos entidades energéticas vibrando en un universo espacio temporal de 3 dimensiones que se interpretan como materia e interactúan con ella de la mejor manera que pueden, ajustando sus interpretaciones, de manera que el resultado arrojado sea el más preciso y coherente para todos.


Pero aquí cabría cuestionarnos quién es el lobo, ¿Quién puede jugar con el teatro de realidad e intervenir en nuestra conciencia para hacernos ver lo que no es? ¿Quién gana o goza con engañar a nuestra percepción? ¿Será a caso el inconsciente colectivo de Jung? o ¿Un divino programador trastornado? o ¿Una entidad vibracionalmente más evolucionada? Difícil de saberlo con lo que se sabe, pero cuestionárselo ya es en si mismo un gran paso.



 
 
 

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